Para empezar contaré la historia de "guardias civiles" que me parece cuando menos, curiosa. En muchas partes de Aragón se las llama de esta manera, no sé muy bien porqué pero esta es la referencia más graciosa que he encontrado:
"En la época en que aún existía el mercadeo ambulante, hubo un vendedor
que operaba en la Comarca de las Cinco Villas. Su producto estrella eran
las sardinas de cubo e indicaba su precio con un cartelico que ponía
"guardias civiles (así se llamaban popularmente) a duro". En esto, un
día pasó por delante de su puesto la verdadera Guardia Civil, la cual,
le llamo la atención por la falta de respeto que el cartelico suponía
para el Cuerpo, obligando al susodicho a retirarlo. La siguiente vez que
el avispado comerciante fue a la zona, en el cartelico se podía leer:
"A dos duros la pareja".
Bueno anécdotas a parte lo primero que vamos a hacer es limpiarlas, arduo trabajo en el que debemos ser minuciosos, si dejamos las espinas no resultarán agradables al comerlas.
Para prepararlas necesitamos las sardinas, unos dientes de ajo, perejil y aceite de oliva virgen.
Lo primero que vamos a hacer es cortar la cabeza de la sardina justo por debajo de las aletas, que también quitaremos
Lo siguiente es abrir el abdomen
Evisceramos
Y limpiamos el interior con un papel de cocina
Ahora lo que vamos a hacer es, con la ayuda de un cuchillo, separa la espina central de los lomo de la sardina, primero de un lado...
... y luego del otro
Hacemos un primer repaso de las espinas que nos habrán quedado sobre todo en los bordes
Para terminar separamos los lomos y quitamos la piel, revisando que no queden escamas, con una puntilla, no resultará complicado.
Las ponemos en agua o en leche para que se hidraten y se desalen ligeramente.
Mientras tanto, partimos los ajos lo más finamente posible.
Para el perejil empleamos un truco, colocamos las hojas en un vaso y cortamos con unas tijeras
Cuando terminamos de picar ajo y perejil, sacamos las sardinas, repasamos otra vez con unas pinzas y las secamos con papel de cocina...
...por ambos lados...
Colocamos en un tarro por capas, sobre las que ponemos ajo y perejil y finalmente cubrimos con aceite de oliva
Y dejamos macerar durante unos días o semanas.
Para terminar me gustaría hacerme eco de un texto que contaba en su blog Antonio Burgos:
"He visto la barrica de sardinas arenques en
el supermercado y me he acordado de aquellas tristezas, de aquellas hambres, de aquellas
oscuridades, qué bombillas más lánguidas teníamos en las casas, ¿no íbamos a
necesitar gafas en Segundo de Bachillerato?, si nos dejábamos los ojos abajo aquellas
bombillas de filamento incandescente, rojo. Ahora se mira una bombilla y se ve luz.
Entonces se miraba una bombilla y se veía el rojo filamento mortecino, inundando de
tristeza aquel comedor del mantel de hule sobre la mesa del brasero, de la tira gomosa
que, como una columna salomónica en torno al cable de la sola bombilla de la luz,
apresaba a las moscas en su liria insecticida. Y olía a arenque. La casa olía por las
escaleras a coles de cocido, a sardinas arenques. A estas sardinas que ahora están en el
supermercado como un lujo. Me paro a observar. Llega una familia, el carrito lleno hasta
los bordes, y los niños se paran a mirar aquello, creyéndose, no sé, por lo menos ante
un platillo volante con extraterrestres de la mar, y le preguntan al padre:
--- Papá, ¿qué es esto?
--- Eso son sardinas arenques, hijo...
--- ¿Y qué son?
--- Pues anda que no he comido yo sardinas arenques...
Nos hemos comido océanos enteros de sardinas arenques. El papel de estraza, el quicio
de la puerta, el chasquido, hasta nos divertíamos con aquel olor a sal de nuestra hambre.
Si nuestras gargantas están fuertes, es de la cantidad de raspas de sardinas arenques que
durante generaciones tuvieron que hacer pasar.